Hoy, como cada 6 de octubre, celebramos el Día Mundial de la Geodiversidad, una
oportunidad para mirar el “suelo que pisamos” con nuevos ojos. Desde la Cátedra Geología y
Sociedad hemos querido aprovechar la ocasión para iniciar una serie de posts para explorar el
concepto de geodiversidad, un término sencillo para una idea poderosa: la geodiversidad es la
base abiótica que hace posible el agua que bebemos, los alimentos que producimos, los
materiales que usamos y los paisajes que nos emocionan.
Qué es geodiversidad
La geodiversidad es la variedad de rocas, minerales, fósiles, suelos, formas del relieve y
procesos geológicos (pasados y activos) que constituyen la Tierra. Abarca desde un cristal de
cuarzo hasta una cordillera, desde un suelo agrícola hasta un karst con cuevas, desde una
playa que avanza o retrocede hasta un volcán dormido. Importa porque de ella dependen la
disponibilidad y calidad del agua, la estabilidad del terreno, los recursos materiales
(construcción, energía, tecnología) y el patrimonio natural y cultural.
El concepto surge a finales del siglo XX para equilibrar el foco puesto en la biodiversidad y
reconocer el valor del medio abiótico. Con el tiempo, su uso se ha consolidado en inventarios,
estrategias de conservación y planificación territorial. No se trata de una etiqueta académica:
es un marco útil para observar, medir y gestionar aquello que ocurre bajo nuestros pies y que
condiciona la vida en superficie.
Porqué la geodiversidad y la biodiversidad funcionan como un tándem. Los suelos regulan
nutrientes y agua; el relieve crea microclimas y corredores; los materiales del subsuelo
influyen en la vegetación y en los hábitats. Cuidar la base geológica es también cuidar la vida.
Allí donde cambian las rocas y los suelos, cambian los ecosistemas. Por eso, integrar ambos
enfoques en educación, conservación y ordenación del territorio genera políticas más eficaces
y coherentes.
La importancia de estudiar e interpretar la geodiversidad
Conocer la geodiversidad sirve, ante todo, para tomar mejores decisiones. Si entendemos
cómo son las rocas y los sedimentos, sabemos por dónde circula el agua subterránea, dónde se
recarga un acuífero y qué calidad podemos esperar en un pozo o en una captación. Del mismo
modo, leer el terreno ayuda a anticipar riesgos: una ladera con arcillas meteorizadas no se
comporta igual que un talud en calizas masivas; una llanura de inundación no ofrece las
mismas garantías que una terraza alta. También hay una dimensión cotidiana: los materiales
de construcción, la energía y la tecnología parten del subsuelo. Conocer su origen y sus
límites permite planificar obras, elegir alternativas y avanzar hacia una economía más circular.
Y está la parte que nos conecta con el territorio: paisajes, rutas, museos y canteras históricas
que cuentan historias y generan identidad local cuando se interpretan bien.
Aquí entra el trabajo de los geólogos. Empezamos por observar y medir: hacemos inventarios,
muestreos y mapas (geológicos, geomorfológicos, de suelos o de susceptibilidad a procesos).
Con esos datos diagnosticamos: caracterizamos acuíferos y laderas, evaluamos materiales y
señalamos valores geológicos con interés científico o educativo. A partir de ahí, acompañamos
decisiones: desde un planeamiento urbanístico o una obra lineal hasta una captación de agua,
una restauración de taludes o un proyecto de geoturismo. Y no menos importante,
explicamos: formamos a docentes, técnicos y ciudadanía, porque comprender el terreno
reduce incertidumbres y mejora la gestión.
Para medir y proteger la geodiversidad no basta con “poner una etiqueta”. Se delimita y valora
con criterios claros: representatividad, relevancia científica y educativa, estado de
conservación y vulnerabilidad. Con esa base se proponen medidas proporcionadas: desde
buenas prácticas de uso y acceso, señalización y materiales de interpretación accesibles,
hasta—cuando procede—figuras de protección. Proteger no significa inmovilizar; significa
conocer, usar con criterio y conservar lo esencial para que el territorio siga funcionando bien.
Cuando ciencia, administración y comunidad se coordinan, el resultado es simple: menos
sorpresas, más eficiencia y un patrimonio geológico que aporta valor hoy y mañana.
La pequeña aportación de web de la Cátedra Geología y Sociedad
Unos de los objetivos de nuestra cátedra es contribuir al conocimiento de la geología y del
papel que cumplen los profesionales que se ocupan de su estudio y aplicación en diversos
ámbitos de nuestras vidas. Por ello, vamos a ir publicando en nuestra web una serie de
artículos en los que trataremos sobre múltiples temáticas relacionadas con agua, cultura y
geoturismo, educación, materiales críticos y circularidad, ordenación y políticas, accesibilidad y
riesgos geológicos, entre otras muchas. Cada pieza incluirá recursos prácticos y ejemplos
cercanos relacionados con administraciones, empresas, docentes y ciudadanía.
La geodiversidad está en todo lo que hacemos. Conocerla es entender mejor nuestro territorio
y cuidarlo. Te invitamos a seguir la serie, compartir casos y colaborar en acciones piloto. La
ciencia geológica es una herramienta útil para el presente y el futuro.
0 comentarios